Todos los niños necesitan una
familia estable y segura, con la que vivir experiencias sanas. En las familias
adoptantes, es frecuente el desaliento en las primeras etapas por no obtener
respuesta al cariño depositado en el menor o incluso encontrar rechazo. Esto es
debido a que el niño ha estado privado de afecto maternal, lo que evita la
creación de adecuadas experiencias afectivo-sensoriales en el niño e incluso
provoca reacciones defensivas en el mismo.
La mayoría de estos niños no ha recibido estímulos afectivos y por ello
no los reconocen: no saben querer porque nadie les ha querido antes.
El conseguir cariño de un niño adoptado es un proceso que requiere
paciencia, no es un hecho inmediato. En muchos de estos niños ocurre
que no asimilan una situación afectiva debido a que nunca antes la habían
recibido o porque su área cognoscitiva no la percibe con claridad. El cariño en
el niño adoptado es un proceso que tiene que desarrollarse y no una presencia
inmediata.
En niños adoptados de más edad a
esto se unirá una carencia de experiencias educativas. Es probable que hayan
tenido que explorar su mundo de orfanato “solos”, aprendiendo un lenguaje
distinto (jerga), viviendo con mala alimentación y falta de higiene, en algunos
casos. Que no haya existido control por parte de nadie, y cuando aparecía la
disciplina, podía ser ruda o inquietante. Así, se va formando una “jerarquía de
valores institucionales”, desarrollándose conductas de supervivencia (sobrevive
el más fuerte).
En estas situaciones, las familias tienen que aumentar
su dosis de paciencia y de tolerancia. Un método de éxito seguro es la terapia del juego,
que ayuda al desarrollo mediante actividades lúdicas realizadas en familia.
Esto permite al niño crear una red de seguridad y conexión que le abrirá a una
nueva vida social.
Por otro lado, la familia no debe permitir ser
manipulada por el niño para conseguir sus caprichos o necesidades, ni tampoco
perder la paciencia y hacer uso de la agresividad siguiendo patrones de
comportamiento de “cuidador de orfanato”.
A continuación se detallan unas
pautas de comportamiento recomendadas por el neuropsicólogo Ronald Federici para
niños que han estado institucionalizados y que son mayores de 3 años:
- Los padres no deben fijarse ninguna
meta con la recuperación. Deben mantener la tranquilidad y ser prácticos.
Algunas recuperaciones pueden durar años.
- No es bueno al principio demasiadas estimulaciones. Con el
tiempo la familia puede exponerle a cosas nuevas, pero solo por sus padres y de
manera gradual. Una abundancia de juguetes puede ser perjudicial. El cuarto del
niño debería ser sumamente básico. Recuerde que le enfrenta a experiencias que
nunca ha tenido.
- Las reuniones con mucha gente al
principio pueden abrumar al niño. Recuerde que ha vivido con
mucha austeridad.
- El niño institucionalizado
está acostumbrado a una rutina muy rígida. Debe mantener las rutinas en las comidas, al
acostarse, en las actividades y en la atención a los padres. En caso contrario,
el niño se hará arbitrario y confuso debido a su inhabilidad para tratar todo
lo que su nueva vida le ofrece.
- Si el
niño tiene otra lengua, faciliten
el cambio al nuevo idioma. El niño aprenderá pronto el segundo idioma,
pero se sentirá más cómodo si los padres comunican órdenes básicas en su lengua
materna.
- Evite la aparición de los niños recién
llegados a sitios de mucha estimulación como centros comerciales o parques de
atracciones. Las familias que han llevado a sus hijos a estos sitios
antes de tiempo, por lo general lo lamentan después. Es difícil hacerse con
ellos.
- Enviar al niño inmediatamente a la
escuela puede ocasionar algunos problemas. La introducción en la
socialización debe ser gradual. Como niño que ha estado institucionalizado
jugará y se socializará de la misma manera que lo hacía en el orfanato, con
juegos agresivos y de aislamiento.
Artículo extraído de “La salud en
la adopción”
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