Aquí os dejo un extracto del documento “Padres del adolescente
adoptado” escrito por Pilles Breton:
“Todos los padres se inquietan en mayor o menor medida cuando
su hijo se acerca a la edad de la adolescencia. ¿Qué ocurrirá? ¿Será fácilmente
influenciable? ¿Empezará a teñirse el pelo de morado siendo tan convencional
hasta ahora? Los padres adoptivos pueden ponerse nerviosos y tener una serie de
preguntas adicionales. ¿Se encontrará mi hijo confundido en cuanto a su
identidad? ¿Emergerá un sentimiento de abandono o de rechazo? En otras
palabras, ¿el hecho de ser adoptado hará más difícil la adolescencia para el
niño?
Estas preguntas no tienen respuestas fáciles. Los estudios
sobre el tema y los expertos en este campo no se ponen de acuerdo exceptuando
en dos puntos:
-
El hecho de ser adoptado constituye inevitablemente un elemento importante en
la historia del joven y no
debe ser ignorado.
-
Los adolescentes adoptados pueden enfrentarse y resolver los problemas de
desarrollo particulares.
Durante su desarrollo los
niños alternan entre el apego a las personas que cuidan de ellos y el
aprendizaje de la independencia. Deben de consolidar su sentimiento de
pertenencia a una familia controlando los conocimientos y las habilidades
requeridas para llegar a ser autónomos. Hacia la edad de la adolescencia, sus
esfuerzos para formar su propia identidad pueden hacerles sentir perplejos,
darles la impresión de estar sobrepasados y quizás llevarles a tener
comportamientos problemáticos.
UNA ETAPA DE CAMBIOS
Durante la adolescencia, los
cambios físicos son evidentes y bastante rápidos, mientras que el desarrollo
emocional y mental puede llevarles años. Los adolescentes deben formar su identidad, definiendo
sus valores, sus creencias, su identidad sexual, su elección de carrera, sus
esperanzas para con ellos mismos y la vida. No se trata de un problema
menor.
Durante este proceso, los jóvenes
prueban diferentes personalidades; buscan, imitan y rechazan diversos modelos. Examinan de forma
muy crítica a su familia. Cambian
a menudo de opiniones; pueden estar muy seguros de ellos mismos o pensar
que no sirven para nada. Mientras tratan de distinguirse en su familia, al
mismo tiempo, quieren parecerse a sus amigos.
Sin embargo, son todavía muy
dependientes de sus padres, particularmente en el plano emocional. Oscilan
entre escaparse y quedarse cerca de su familia. En este contexto, no es extraño
que sobrevengan desacuerdos con sus padres.
Los adolescentes quieren independencia
pero no saben todavía claramente qué grado de libertad pueden administrar. Los
padres quieren que sus hijos se conviertan en personas autónomas pero son
reticentes a perder el control. Los hijos están confusos en cuanto a su futuro y los padres están
nerviosos por lo que sus hijos puedan llegar a ser.
La adopción aumenta la
complejidad de este proceso sobre los siguientes aspectos: la formación de la identidad, el
miedo al rechazo o al abandono, el equilibrio entre las necesidades de
pertenencia y autonomía, y la curiosidad de sus orígenes.
LOS INTERROGANTES
La formación de la identidad de
los adolescentes adoptados puede ser más compleja ya que tienen de alguna forma
dos familias: les es muy difícil diferenciar hasta qué punto son parecidos o
diferentes de sus dos pares de padres, sobre todo cuando lo más habitual es que
no sepan nada de sus padres biológicos. Se hacen toda clase de preguntas: ¿de
dónde me viene tal o cual rasgo de carácter, talento o interés?, ¿tendré
hermanos o hermanas?, los miembros de mi familia biológica ¿serán mayores o
pequeños?.
A menudo, los padres adoptivos no tienen respuesta a estas
preguntas legítimas. Los adolescentes adoptados pueden replegarse en sí mismos
o pueden huir lejos de casa para encontrar su verdadera identidad. Pueden ser muy críticos con la
manera con la que sus padres adoptivos les han preparado en cuanto a su
estatus de hijo adoptado.
Por otra parte, es muy posible
que ciertos adolescentes teman dejar su casa pues ya han sufrido la pérdida de
sus padres biológicos. Por ejemplo, si tiene que seguir sus estudios lejos de
su hogar, ciertos adolescentes adoptados pueden temer que sus padres adoptivos
vayan a olvidarles, que no “habrá” más casa a donde volver. Tendrán miedo a ser
abandonados.
UNA ETAPA DE TENSIONES
La tensión entre los padres que no quieren perder el control y los
adolescentes que exigen más autonomía es una característica esencial
de la adolescencia. Los
hijos adoptados pueden sentirla más profundamente porque tienen el sentimiento
de que siempre alguien ha decidido en su lugar. Su madre biológica ha
decidido confiarlos en adopción; sus padres adoptivos han decidido aceptarlos.
Éstos últimos pueden temer, con razón o sin ella, que su hijo esté predispuesto
a tener problemas de comportamiento ya que ha tenido un comienzo más difícil en
la vida (sobre todo para un niño adoptado no bebé).
Debido a estos temores, los
padres adoptivos pueden estrechar más su control en el mismo momento en que el
adolescente quiere más libertad. El hijo puede deducir que sus padres carecen
de confianza en él.
Es necesario que los padres y los adolescentes lleguen a acuerdos sobre lo
que constituye un comportamiento digno de confianza en todos los ámbitos
(escuela, elección de amigos, elección de actividades). Pueden convertir
privilegios y consecuencias asociadas al hecho de demostrar o no tal o cual
comportamiento. Si las dos
partes tienen algo que decir, habrá menos luchas de poder.
¿QUIÉN SOY YO EN REALIDAD?
Los adolescentes adoptados tienen
menos puntos de referencia para comprender quiénes son, de dónde les viene su
identidad. De hecho, a menudo se les recuerda que son diferentes: no se parecen
a sus padres, ni a sus hermanos ni hermanas. No sorprende entonces que el adolescente
pueda experimentar un sentimiento de no pertenencia.
Los hijos de familias
interraciales pueden experimentar de forma más acentuada este sentimiento de
alienación. Son muy
conscientes de su diferencia físicas y luchan por conciliar su origen cultural
y su percepción de ellos mismos.
Los padres adoptivos pueden
apoyar el sentimiento de pertenencia a la familia frecuentando adultos y niños
del mismo origen cultural que su hijo adolescente. Deberían también valorar día
a día su cultura de origen. Deberían hablar de cuestiones raciales no tolerando
el racismo.
Cuando maduran, los jóvenes
adoptados se peguntan sobre cómo habría
sido su vida si no hubieran sido adoptados o si lo hubieran sido por otra
familia; se vuelven muy curiosos por conocer sus “verdaderos orígenes”. Además
de todas las posibilidades que ofrece la vida, toman conciencia de aquellas que
no hubieran podido jamás realizar. Pueden decir: “poco importa lo que yo pueda
leer o lo que pueda decir a mis padres, no puedo verdaderamente explicar el
sentimiento de vacío que realmente siento”.
COMPRENDER LOS DESAFÍOS
Los desafíos inherentes a la
condición del adolescente pueden ser incrementados en el caso de niños
adoptados con una edad relativamente alta. Pueden haber sido víctimas de
abusos, negligencias o haber cambiado de hogar varias veces. Sus sentimientos
de rechazo o de pérdida o incluso su falta de autoestima pueden ser más serios.
Pueden desconfiar todavía más de los adultos y enfrentarse a problemas
emocionales más severos. Entre otras cosas, los padres deben darles la ocasión
de contar sus recuerdos, de expresar sus emociones.
En el fondo sería extraño que los
adolescentes adoptados, sobre todo aquellos que vienen “del otro lado del
mundo”, no se vean afectados por su particular condición. Sin embargo, esto no
constituye necesariamente un problema. Los padres adoptivos no deben sentirse
culpables por haber agravado la “crisis de la adolescencia” de su hijo. Los
temas abordados anteriormente forman parte del desarrollo normal de un
adolescente adoptado.
La situación puede ser más complicada si la familia insiste en decir
que la realidad de un hijo adoptado es la misma que la de un hijo biológico. El
adolescente adoptado sabe que es diferente. Se sentirá más aceptado si los
padres entienden su curiosidad por sus orígenes y su confusión en cuanto a su
identidad.
¿CUÁNDO HAY QUE INQUIETARSE REALMENTE Y QUÉ HACER?
Los comportamientos siguientes
indican cuándo un adolescente vive con malestar su realidad de hijo adoptado:
- Hace comentarios sobre el hecho
de que no es tratado de la misma manera con respecto a los otros hijos biológicos o que es tratado injustamente porque es adoptado.
- Presenta
nuevos problemas en el
colegio, como problemas de atención.
- De
repente está preocupado
por lo desconocido.
- Desarrolla
nuevos problemas con sus
compañeros.
- Se cierra en el plano emocional y rehúye
compartir sus sentimientos.
Si el clima familiar está basado
en una comunicación abierta, es posible solucionarlos sin ayuda exterior.
Podéis aprender por medio de la lectura o de la asistencia a talleres. Podéis
convertiros en miembros de un grupo de apoyo o de una asociación de padres
adoptivos.
Por el contrario, los padres que
no se hayan sentido cómodos para hablar sobre estas cuestiones con su hijo en
el pasado, encuentran difícil establecer un diálogo al inicio de la
adolescencia. A pesar de esto, corresponde a los padres hacer los esfuerzos
necesarios para iniciar el diálogo.
Como para cualquier adolescente, los
padres deberían solicitar ayuda profesional si observan los siguientes
comportamientos:
- Abuso de
droga o alcohol.
- Un
descenso brusco de los resultados escolares o un aumento importante de absentismo.
- Separación
de la familia o del círculo de amigos.
- Una toma
exagerada de riesgos.
- Tendencias
suicidas.
El hecho de que los padres
adoptivos reconozcan abiertamente la validez de las preguntas planteadas sobre
la adopción, mejora las probabilidades de que la consulta sea eficaz. Los padres que no se sienten
amenazados y que aceptan que el adolescente posee dos “juegos” de padres tienen
más probabilidad de instaurar un clima positivo para su hijo adolescente.
El mantenimiento del secreto consume inútilmente una gran cantidad de energía.
CONCLUSIÓN
La adolescencia puede ser un
período confuso para ciertos jóvenes. Aquellos que han sido adoptados tienen
necesidades particulares en términos de formación de su identidad y de
equilibrio entre su necesidad de encuadramiento y de libertad. En su formación
tienen que hacer frente a sentimientos de rechazo y de abandono y necesitan
reapropiarse de sus raíces.
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