Se debe recordar que un niño o
una niña adoptados son, ante todo, un niño o una niña. Por tanto, la mayor parte de sus necesidades son las mismas que las de cualquier otro niño
o niña. Aunque sea de forma muy esquemática, no está de más recordar que
las necesidades infantiles fundamentales tienen que ver con:
ü Cuidados
físicos, alimentación, atención a la salud.
ü Protección
ante cualquier forma de maltrato, sea por acción (por ejemplo, maltrato físico)
o por omisión (negligencia, abandono, descuido).
ü Afecto
incondicional, con vinculación segura y estable a la persona que lo cuida,
protege, dan cariño, acompaña y estimula.
ü Estimulación
adecuada a la edad que permitan un buen desarrollo de capacidades como la
inteligencia y el lenguaje.
ü Pautas
educativas y de disciplina basadas en el diálogo y el ejemplo que ayuden a
desarrollar valores sobre lo que es aceptable y no aceptable.
ü Hacerse
miembros de grupos más amplios (escuela, amigos…) y relacionarse con ellos de
forma positiva.
ü Recibir
respaldo y ayuda cuando surjan problemas y dificultades.
Ser padres y madres adoptivos es
ser padres y madres como los demás, pero con algunas exigencias adicionales. En
la misma línea de razonamiento, ser un niño o una niña adoptada es ser un niño
o una niña como los demás, pero con algunas necesidades adicionales. De manera
que a lista de necesidades anteriores hay que añadir unas cuantas necesidades específicas de quienes
son adoptados, que podemos dividir en tres grupos fundamentales:
ü Necesidades
relacionadas con el pasado (privación, adversidad, separación).
ü Necesidades
relacionadas con la vinculación, la adaptación y la integración.
ü Necesidades
relacionadas con la identidad adoptiva.
A continuación vamos a analizar
cada una de estas necesidades y más adelante veremos cuáles son las capacidades
que los padres adoptivos tienen que poner en acción para responder a esas
necesidades.
1. Necesidades
de los adoptados relacionadas con el pasado
Una de las diferencias
fundamentales entre las personas adoptadas y quienes no lo son, es que las
primeras tienen un cierto pasado antes de incorporarse a su nueva familia. Y a
la condición de adoptable se llega porque en ese pasado ha habido
circunstancias adversas que han obligado a tomar la radical decisión de separar
al niño o a la niña de sus progenitores y de su ambiente.
Como mínimo, todo adoptado tiene
un pasado genético y prenatal. Lógicamente, circunstancias como el abuso de
alcohol u otras drogas durante la gestación, la falta de una adecuada
alimentación o de controles sanitarios son claros factores de riesgo. Estas circunstancias
son muy variables de unos casos a otros y se traducirán en que por ejemplo, al
nacer unos niños serán más pequeños o más vulnerables que otros. Salvo en casos
extremos, los problemas
derivados de una gestación en malas circunstancias podrán luego superarse si
las condiciones postnatales son favorables.
Algo parecido ocurre con las
experiencias posteriores al nacimiento, respecto a las cuales la variabilidad
de unos niños a otros es extraordinaria. Las experiencias de vida familiar que
pueden haber tenido son muy variadas. En cualquier caso, se da una separación
respecto a las personas y el entorno que había sido de referencia inicial.
Por otra parte, la importancia de
estas experiencias (especialmente cuando hay algún tipo de maltrato implicado)
se acentúa por el hecho de que ocurren durante los primeros años, que se
consideran de gran importancia para el desarrollo futuro. Si las personas que deberían cuidar,
querer, proteger y estimular lo que hacen es descuidar y maltratar, algo
fundamental en los cimientos del desarrollo personal está viéndose afectado.
Tras su separación de la familia
en que nacieron y en que tal vez crecieron durante años, la mayoría de niños pasan
por instituciones.
Como resultado de toda esta serie
de adversidades previas, son muchos
los niños y niñas que llegan a su familia con retrasos y problemas.
Quizá como consecuencia de que las circunstancias han sido más o menos adversas,
o tal vez como consecuencia de las diferencias entre unos niños y otros en
resistencia a la adversidad, lo cierto es que unos llegan sin retrasos y
problemas a su nueva familias; aunque la mayor parte llega con algunos retrasos
y problemas, que en algunos casos son poco significativos y en otros muy
significativos. De haberlos, esos
retrasos pueden afectar a algunas de las siguientes áreas:
- Salud y desarrollo físico: algunos
niños llegan a sus nuevas familias con algunas enfermedades (por ejemplo,
respiratorias o parasitarias) y retrasos en el desarrollo físico (algo más
bajos de lo que correspondería para su edad, por ejemplo), mientras que otros
no presentan problemas apreciables en estos ámbitos.
- Salud emocional: algunos
niños han tenido la experiencia del amor y la protección por parte de alguien y
durante un tiempo significativo, pero no son pocos los que han tenido la
experiencia de afectos inseguros o desorganizados y caóticos (por ejemplo, la
misma persona que un día cuida y protege, otro día descuida y maltrata).
- Desarrollo psicológico adecuado a la
edad:
algunos tienen el desarrollo mental que corresponde a su edad, pero son
frecuentes los desfases entre la edad cronológica y la edad mental, desfases
que pueden ser algo o muy significativos.
- Problemas de comportamiento: algunos
niños y niñas han desarrollado problemas de conducta tales como agresividad o
hiperactividad, por ejemplo, mientras que otros no presentan especiales
dificultades en este ámbito.
Una de las indudables satisfacciones y alegrías de quienes adoptan es que
contribuyen activamente a superar estas dificultades de partida. Porque todas
las limitaciones que se observan a la llegada van a mejorar de manera muy
significativa gracias a la adopción, que va a proporcionar a los adoptados un nuevo ambiente y unas
nuevas experiencias que van a ir contracorriente de la adversidad anterior y
que van a permitir orientar el crecimiento, el desarrollo y las relaciones en
una dirección mucho más positiva.
En algunas facetas, o en algunos
niños la recuperación será total, mientras que en otros aspectos y en otros
niños la recuperación será muy significativa, aunque quizá no completa. El
resultado final dependerá en parte del grado de adversidad inicial, en parte de la capacidad de la familia adoptiva
para ofrecer circunstancias favorables a la recuperación y en parte de
diferencias individuales siempre presentes entre las personas.
Lo que es seguro es que la adopción contribuirá muy
activamente a dar un nuevo rumbo, más optimista y positivo, a trayectorias
vitales cuyos inicios habían estado marcados por la adversidad.
Artículo extraído de “La aventura
de adoptar”.