La pérdida es un sentimiento que marca a los niños
adoptados, que aflora de diferentes formas a lo largo de su vida. Saber que sus padres biológicos los
dieron en adopción, y no tener demasiada información al respecto, puede afectar
a su autoestima. A veces sienten que su estatus en la sociedad es ambiguo.
El impacto emocional total de la pérdida afecta
generalmente a los niños entre 7 y 12 años, cuando son capaces de comprender
más cosas acerca del concepto de la adopción. La razón es que comienzan a expandir su universo más
allá de su familia, y se encuentran más en sintonía con su mundo interior. Es
un paso de gigante en su evolución, pero despiertas dudas en los padres acerca
de la cantidad y calidad de la información que deben proporcionarle acerca de
su adopción, inciertos sobre si su hijo quiere o teme tenerla. Es aún mucho más
difícil si se trata de niños que no preguntan sobre sus padres biológicos.
Aunque pueda sonar algo
extraño, resulta útil recurrir a esas mismas preguntas sobre el sentido de la
vida y de la muerte que ellos no hacían cuando eran más pequeños. Puedes
comenzar hablando como lo harías con otro adulto. Por ej., diciendo “quiero que
sepas si te apetece hablar de tu adopción, estaré encantada de hacerlo,” o “no
me has preguntado nada al respecto últimamente, pero ahora que eres mayor,
quizá quieras hablar de ello de una forma más adulta”. Este tipo de
introducción les hace saber que estás interesado en hablar del tema y que eres
consciente de que es mayor, más maduro. En cualquier caso tu disposición a hablar de ello
y a reconocer la diferencia entre ser adoptado o biológico puede ayudarles a
superar el duelo de esta pérdida.
Puedes contribuir a que
tus hijos superen este duelo si no te muestras a la defensiva en torno a su
adopción, al igual que mostrarte sensible al hecho de lo poco o mucho que
quieran hablar sobre ello. Sin embargo, no pongas un énfasis excesivo en la
adopción, porque podrías hacerles sentir incómodamente conscientes al respecto.
Pero si no se habla en absoluto, puedes hacerles sentir, aunque sea de forma
inconsciente, que no son personas valiosas.
Una vez que entiendan los
hechos biológicos de la vida, y comienzan a comprender los roles sociales y
culturales de la vida familiar en su comunidad, los niños empieza a imaginar
cosas sobre sus padres biológicos. Por ejemplo, un niño de 7 años puede preguntar
si la vecina de 15 años se parece a su madre biológica, o un niño de 8,
preguntar si su padre biológico podría haber sido un amigo de la familia. O que
una niña de 9 años afirme que cuando va al centro comercial busca a una mujer
con una nariz como la suya.
A los niños en edad de preescolar les gusta oír cómo fue
su adopción y cómo llegaron a sus casas; los de más edad cavilan sobre otro
aspecto: su madre biológica los dio en adopción, y se preguntan la razón. Al igual que los más pequeños
intentan encontrarle sentido a la reproducción desarrollando sus propias
teorías y mezclándolas con lo que sus padres les cuentan, en esta etapa
intentan conciliar sus pensamientos con los datos disponibles. Lo que aprenden
les despierta una mezcla de emociones que van de la incredulidad a la tristeza,
pasando por la decepción, la ira y la culpa. Los niños no siempre son capaces de
expresar estos sentimientos, pero eso no significa que no tengan que
reconocerlos y procesarlos antes de que pueda llegar a comprenderlos de verdad.
Algunos expertos piensan
que los niños han de pasar
el duelo de los padres biológicos al igual que las parejas infértiles han de
llorar la pérdida de un hijo biológico. Muchos niños piensan que fueron
abandonados porque eran malos, y otros creen que sus padres adoptivos se
enfadarían o sentirían heridos si ellos quisieran saber más cosas sobre los padres
biológicos. Cuando son más pequeños, expresan sus sentimientos de forma más
directa y abierta, pero al crecer desarrollan un mayor sentido de la
privacidad, y no están seguros sobre la capacidad de sus padres para tolerar
sus preguntas o sentimientos. Por eso pueden mostrarse más reservados.
Existe una situación muy corriente a esa edad, que es
pensar que fueron adoptados o raptados de otros padres, mejores que los que
tienen, una fantasía frecuente entre todos los niños. Los imaginan ricos o aristócratas,
padres ideales que ni les obligan a recoger los juguetes ni a lavarse los
dientes. Cuando no les gusta algo de la vida real, la fantasía les permite
soñar con esa familia “mejor”. Estas fantasías son una vía de escape para los
niños cuando están enfadados con sus padres, y cuando no saben cómo expresar
ese malestar. Generalmente, cuando el niño se da cuenta de que se puede sentir
amor y odio hacia los demás, dejará de pensar en la otra familia.
El mundo de fantasía de
los niños adoptados es más complicado a causa de la existencia de unos padres
biológicos, y toda la información que tengan al respecto influye en él. A veces
los hechos hacen que les sea más difícil idealizarlos o les hace sentirse
presionados para ser totalmente iguales o, por el contrario, radicalmente
diferentes, a unos u otros padres.
Biblioteca Virtual de postadopcion.org
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