Los niños continúan con estos ciclos
de separación y vinculación de formas más sofisticadas a lo largo de su segundo
año. Aprenden a decirte claramente cómo se sienten abriéndote los brazos y
protestando vigorosamente cuando les dejas. Aumenta la ansiedad de separación,
y pueden comenzar a expresar la ira. En esta etapa, durante la que has de
guiarle y protegerle, te encontrarás diciendo “no” constantemente. No es
sorprendente que eso le frustre, algo que muestra de muchas maneras.
Generalmente, la primera expresión es un llanto desconsolado. Más tarde, puede
mostrar comportamientos agresivos como tirar cosas, pegar, empujar, morder y
pellizcar. A menudo lo hace contigo, y en ocasiones, con sus compañeros de
juego. Ese tipo de comportamiento confunde y asusta a los padres, que pueden
llegar a preguntarse si su hijo es normal. Los padres adoptivos, a menudo temen
que esté apareciendo algún rasgo de carácter de origen genético y que su
comportamiento esté relacionado con su adopción, o temen que puedan ser señales
de problemas futuros.
Es
conveniente saber que este comportamiento es típico de los niños de esta edad,
que tienen deseos enfrentados acerca de sus deseos de autonomía y su miedo a
separarse de ti. Casi todos los niños pasan por una etapa de “yo solo”,
acompañada de rabietas y luchas en torno al abandono del pañal. Manejar las
rabietas, poner límites y potenciar el desarrollo del lenguaje y la expresión
de sus sentimientos consumirá la mayor parte de tu tiempo y paciencia.
Durante los primeros dos
años, las etapas de vinculación, el comienzo de la separación, y la expresión
de la ira y la agresividad suelen ser iguales para todos los niños, sean
adoptados o no. Incluso en hogares donde se habla de la adopción con frecuencia
y el niño hasta es capaz de decir tranquilamente, “hola, me llamo María y me
trajeron de China”, las palabras tienen poco significado. Lo más importante es
que tu hijo tenga la oportunidad de vivir etapas de vinculación y separación de
la misma forma que un hijo biológico.
Sin embargo, cuando se
adopta a niños de dos o más años, o que han vivido siempre institucionalizados
o en varios hogares, es posible que su capacidad de establecer relaciones pueda
haberse visto dañada. Una sucesión de cuidadores y vínculos rotos en los primeros
meses de vida puede complicar sus adaptación y la capacidad de confiar en los
demás. Quizás tendrás que esforzarte mucho para que esté seguro de que le
quieres y que siempre estarás a su lado. Incluso si tu hijo recibió buenos
cuidados antes de llegar a tu familia, es importante que trabajes mucho ese
aspecto de seguridad para que perciba la importancia del cariño.
Si se trata de una adopción
intercultural, puede ser útil conocer cuáles son los comportamientos
tradicionales de esa cultura. Tenemos por ejemplo el caso de una familia que
adoptó una bebé asiática de siete meses. Cuando lloraba no había forma de
calmarla meciéndola en brazos: sólo se tranquilizaban si la tumbaban en el
suelo junto a su madre y le susurraban con cariño. En cuanto se calmaba, gateaba para el regazo
de su madre para ser abrazada. Otro ejemplo es el de un bebé peruano que
necesitaba dormir con un adulto durante los primeros meses. Su flamante cuna se
quedó sin utilizar hasta que tuvo 15 meses, pues hasta entonces sus padres no
consiguieron que durmiera solo.
Cuando son algo más mayores,
los niños adoptados suelen seguir los mismos procesos de vinculación y
separación que otros niños, pero posiblemente en otro orden. Esto te permitirá
compensar lo que se perdió o dañó en sus relaciones anteriores.
Los primeros dos años son
cruciales en el desarrollo de la personalidad, e influyen de forma dramática en
el futuro de un niño. A medida que vayas formándote como padre, tu hijo también
encontrará su sitio dentro de tu familia.
Biblioteca Virtual de
postadopcion.org
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