En este artículo, Claire Marie Gagnon
defiende la necesidad de que el niño entienda y asuma la existencia de un doble
juego de padres. La familia con la que vive, su familia para siempre, será con
la que establezca lazos afectivos y vínculos duraderos, pero no podemos olvidar
que aún cuando no tuviera ocasión de vincularse con ellos, su familia biológica
forma también parte de su historia. Cuando alcanza la adolescencia, “tiene que
poder ser libre de despegar del nido estando totalmente separado de la cáscara
de su huevo. Es importante que la limpieza esté hecha y que el niño no se
sienta trabado por vínculos llenos de nudos, sino que se sienta a gusto en la
representación personal de su árbol complejo. De eso depende su equilibrio
psíquico”.
¿DOS
MADRES? ¿DOS PADRES? ¿DOS FAMILIAS?
“Hace
15 años, cuando fui a buscar a mi pequeño tesoro a Colombia, una madre adoptiva me había recomendado utilizar
el término “la señora que te tenía dentro de su barriga”, para hablar a mi hijo
de su madre biológica. Decía que de esta manera el niño no estaría tan
implicado y que así distinguiría claramente el papel de sus dos madres. Así lo
hice hasta el día en que mi hijo, que había cumplido 7 u 8 años, me preguntó en
plena cena: “mamá, ¿quién es mi madre de verdad?”. A lo cual mi marido
respondió: “está aquí, delante tuyo”.
Esto me hizo reflexionar. Los amigos
de mi hijo o de mi hija, la gente que encuentran, bueno, ¡todo el mundo!, les preguntan
cosas sobre su “madre de verdad”, utilizando el término “madre” para designar a
su madre biológica. Si yo les enseño a utilizar otras palabras de las que todo
el mundo emplea, es cuando los voy realmente a confundir, porque no entenderán
lo que la gente quiere saber. Es como si les enseñara a hablar un idioma que
solo puede entender nuestra familia.
Entonces hablé con mis hijos y, a
partir de ese día, les hablé de su madre de nacimiento, explicándoles que es
ella quien les dio la vida, que era gracias a ella que eran guapos, con sus
cabellos y ojos negros. Pero que yo era su madre de cada día, la que está aquí
tanto para sus alegrías como para sus penas. Y sobre todo, que sería su madre
para toda la visa. También les dije que guardaran siempre un pequeño lugar en
su corazón para su madre de nacimiento, porque es gracias a ella que estamos
reunidos hoy. De hecho, les he permitido pensar que tienen suerte de tener dos
madres, que podrían estar orgullosos de ello, que no era vergonzoso, que era su
historia.
Hace poco mi hija de 11 años me preguntó cuando estábamos
los dos en el coche: “¿crees que mi madre de nacimiento piensa en mí a veces?”
(he notado que un paseo en coche es un momento privilegiado donde los niños
hacen preguntas o reflexiones que te rompen el corazón). Le contesté: “Creo que
debe pensar muy a menudo en ti, preguntarse si estás bien. Pero hay algo de lo
cual estoy segura, estaría muy contenta y orgullosa de ver en que te has
convertido”. Sentirse en confianza de
preguntar las cosas más íntimas, ser capaz de situarse en su historia, con sus
dos madres…
Los
medios, los profesionales y hasta nosotros, tanto padres como niños, cuando
hablamos de abandono o de adopción sólo nos viene a la mente la imagen de la
madre. Así, con frecuencia, es un gran golpe cuando el niño llega a la edad en
que aprende que para hacer bebés se necesitan dos personas y que fue así
también para él.
El
niño puede entonces tener una reacción desproporcionada, ya que se da cuenta
que hay una segunda persona que lo ha abandonado, que lo ha rechazado: su
padre. Y es cuando la ira se puede volver hacia el padre… sustituto. El niño
querrá comprobar si ese padre también lo va a abandonar. Puede ser difícil para
los padres entender esta reacción tardía, ya que para ellos, el niño es su hijo
desde hace tiempo, los vínculos son sólidos y son vínculos de confianza. Tendrá
que entender que el niño tiene un duelo tardía respecto a su progenitor que, como su madre, lo ha
abandonando. Será necesario, pues, mostrarse muy paternal y demostrar al niño
que su amor es incondicional y permanente.
¿Pero es el sentimiento
paterno igual al sentimiento materno?
El vínculo afectivo del
padre con su hijo se desarrollo sólo después del nacimiento e incluso a menudo
algunos meses después, cuando el niño empieza a apartarse de la madre para
explorar más allá. El padre adoptivo puede totalmente desenvolver su papel- el
de ser padre-, ya que integrándose más tarde en la vida del niño llega en el
momento idóneo para crear su relación privilegiada, al contrario de la madre
que debe establecer un vínculo afectivo con el niño para asegurar su supervivencia
desde su nacimiento. El papel del padre biológico, en la mayoría de los casos ausente
de la vida del niño desde su nacimiento, sería entonces puramente genético,
siendo el que permitió el encuentro entre el óvulo y el espermatozoide. Transmitió
sus genes, pero la supervivencia del niño no depende de él. Con frecuencia, nunca
hizo de padre, puede incluso que no sepa que ha concebido a un niño.
La
familia es el lugar donde el niño vive, crece, establece vínculos. Entonces la
familia “de verdad” es, en caso de una adopción, aquella con la cual el niño
establecerá vínculos afectivos en lo cotidiano. Sus hermanos y hermanas
adoptivos son sus hermanos y hermanas “de verdad”, ya que forman parte de las
misma familia afectiva, donde se forman las alianzas, las complicidades. Los
hermanos y hermanas biológicos, cuando el niño no los ha conocido, tienen con él
sólo un vínculo de sangre, mientras que el vínculo familiar en la familia de
adopción es un vínculo de corazón y de apego.
El
niño adoptado tiene sin duda dos madres:
una que lo llevó durante 9 meses y le ha dado la vida, y la otra que lo cuida y
ayuda a construir su vida. El niño adoptado tiene un padre, que es el protector, el que acompaña al niño, pero
también tiene a un progenitor que
dejó una huella, rasgos de carácter aunque nunca existiera el vínculo afectivo.
El niño adoptado puede tener hermanos y hermanas biológicas, pero no forman
parte de la familia del niño, en la que se desarrolla afectivamente.
LA
ADOLESCENCIA, UN MOMENTO CRUCIAL
En la adolescencia, el niño afronta el conflicto de
lealtad hacia sus dos grupos de padres. Tiene que poder permitirse vivir sin
traicionar su lealtad hacia los suyos y, al mismo tiempo, apartarse de sus
padres adoptivos sin arriesgarse a perder su amor. Para crecer, cada adolescente
debe sentir que le dan permiso de ser autónomo”.
Artículo extraído en www.postadopcion.org “La aventura de
convertirse en familia”.
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