10. La
no-permanencia de las cosas
“ Todos los seres humanos prevén el
futuro a partir de la realidad de su pasado. Por ejemplo un hombre o una mujer
que se han equivocado en numerosos enamoramientos tendrán mucha dificultad para
crecer en el amor y en el compromiso sincero. Una persona mayor, que vivió la
gran depresión de los años 30, guardará siempre una parte del dinero debajo de
su colchón antes de depositar su dinero en el banco, etc. En el momento de su
adopción, el niño ha vivido al menos en dos lugares (a veces en muchos más):
con su madre biológica y a continuación en su medio sustituto. En su corta vida
se habituó, al menos, a ser arrancado de dos lugares. ¡Y ahora está en un
tercero! Si el pasado es garantía del futuro, ¡pensará que éste es sólo
temporal como las otras veces! Hay, pues, un desfase enorme entre el compromiso
y la certeza del padre- que está totalmente convencido que el niño se quedará
para “siempre” con él-, y la percepción del niño, que espera, con gran
probabilidad, ¡volver a partir pronto o algún día!
También despista mucho a los
padres que, por ejemplo, el niño pida cada día, sin parar, si ellos le quieren
o si está exageradamente aterrorizado cuando le riñen, aunque sea por una
pequeña falta. Eso hace que sea también muy ansiosos ante todos los cambios: traslados,
cambio de habitación, separación de los padres, etc.
Es necesario, pues, meterse
constantemente dentro de su piel y entender que nada es permanente para ellos.
Es necesario repetir nuestro amor incondicional, diferenciar entre un
comportamiento que no queremos y el que queremos, a pesar de sus pequeños desvíos
de conducta. Es necesario tener una gran estabilidad en nuestros hábitos, en el
modo de cuidarles, los colegios, las casas, etc.
11. La fragilidad
de sus necesidades primarias
No es necesario desesperarse por ciertos
comportamientos que perduran en caso de los niños. Son simplemente la señal de
la amplitud de sus heridas invisibles. Ciertos padres se asombran de que un
niño de 10 años adoptado a los 18 meses a veces aún esconda la comida. Es sólo
la dolorosa confirmación de que tuvo mucha hambre. En lugar de que lo haga a
escondidas y con vergüenza, ¿por qué no ofrecerle tener siempre una barra
blanda en un cajón de la habitación, por ejemplo? ¡Así le acogen en su
necesidad y evitan también los malos olores y las sorpresas!.
12. El
instinto del pequeño salmón
Las preguntas y
la comprensión de los orígenes varían según la edad emotiva y mental del niño y
después del adulto. Esta búsqueda no tiene la misma importancia y significación
para todos. Una prueba, es que, la mayoría de los adoptados en Quebec (Canadá) no solicitan buscar sus
orígenes aún cuando desde 1984 la ley lo permite.
Sin embargo, para algunos, esta necesidad
de saber se convierte en una búsqueda con un significado enorme. Como el
salmón, están dispuestos a romperse las aletas contra las rocas y agotar su
energía vital para obtener una respuesta a este instinto de retorno a sus orígenes. Esta necesidad es a menudo
interpretada por los padres como una desaprobación de la relación adoptiva,
como un fracaso del amor mutuo. Los padres piensan erróneamente que no le han amado
bastante, que no repararon suficientemente el pasado, que van a perder alguna
cosa especial con su hijo si le dejan o le animan a volver a su país. Algunos
padres también quieren evitar un sufrimiento a su hijo, que se decepcione si no
encuentra las respuestas o el objeto de su deseo.
Es necesario, como padres, prepararse
mentalmente a aceptar esta etapa. La mejor manera es ordenar nuestros
contenciosos y nuestra “lógica privada” con los padres biológicos de nuestros
hijos. Si consideramos a los padres biológicos como personas que forman parte
de nuestras vidas, que han sido y aún son personas significativas para nuestros
hijos, no evitaremos el despertar del instinto “del pequeño salmón” y lo
viviremos de una manera mucho más constructiva. Una negación de la legitimidad
de esta búsqueda puede verdaderamente poner en peligro la calidad de la
relación padre/madre-hijo. En cambio, una apretura sincera no puede más que
enriquecerla”.
Michelle Bernier y Johanne
Lemieux
Traducido y adptado por F. Llimós y postadopcion.org
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