7. Las fases
de la regresión
“Porque muy a menudo se han debilitado en sus necesidades
fundamentales (pirámide de Maslow), los niños adoptados tienen unas fases donde
parece que repentinamente pierden lo adquirido.
En situaciones de estrés o de cambios, vuelven a orinarse en
su cama (después de un traslado, por ejemplo). Vuelven a tener crisis de
inseguridad espantosas después de una estancia en el hospital. Olvidan cómo
escribir aunque estén en segundo curso debido a la llegada de otro niño a la
familia.
Esto puede desanimar
a los padres que han puesto tanto esfuerzo para ayudar al niño a adaptarse. Los
padres pueden preguntarse si han fallado, si lo que ellos han hecho no ha
servido para nada, etc. Generalmente, estas fases de regresión son un paso
atrás para tomar impulso con el fin de “saltar” más lejos. Pero es necesario
descifrarlas, comprenderlas y no dejarse abatir.
(PIRAMIDE DE MASLOW)
8. El
seductor o el indiferente
Los niños adoptados son a menudo niños muy encantadores,
¡incluso seductores! Saben qué hacer y qué decir para ablandar y seducir a los
adultos. Podemos suponer que ellos reproducen en el presente una fórmula
ganadora para ellos en el pasado. Así obtuvieron la atención mínima necesaria
de parte de sus cuidadores, por ejemplo.
Por el contrario,
estos comportamientos pueden ser a veces muy superficiales y el niño puede
convertirse en completamente indiferente si el adulto quiere crear demasiado
deprisa una verdadera intimidad emocional con él. Si no está dispuesto a vivir
esa intimidad, rechazará al adulto o se volverá sencillamente agresivo. Esto
puede despistar a un padre o a una persona próxima al niño: pide de manera
encantadora que se ocupen de él y les rechaza cuando se ocupan realmente de él.
Tenemos que recordar que el niño ha recibido una pequeña cucharada de afecto
cada día antes de su adopción, y puede sentirse agobiado o simplemente ahogado
si le ofrecemos una inmensa jarra de una vez.
9. El miedo
exagerado al rechazo y el abandono
Una cosa es cierta: la gran mayoría de los adoptados, los
grandes y los pequeños, tienen una sensibilidad extrema ante todas las
situaciones donde perciben una forma de rechazo o, peor, un riesgo de abandono.
Los adultos adoptados muy jóvenes y que han vivido dentro de familias cariñosas
nos dan pruebas constantemente de ello. Tienen sueños recurrentes donde una
persona querida no llega nunca a recogerlos a la escuela, o después del
trabajo, etc. Toda forma de crítica, incluso constructiva, se vive como una censura,
un rechazo. Algunos tienen dificultades para confiar y son muy “independientes”
en el ámbito emotivo: ¡Si no me acerco no me podrán hacer daño! Otros no llegan
nunca a tener relaciones amorosas duraderas ya que, en cuanto la relación
resulta muy íntima, prefieren dejarlo enseguida antes que arriesgarse a ser
heridos algún día.
En los niños pequeños, esto se manifiesta por la necesidad de
saber siempre a qué hora y quién vendrá a buscarles a la guardería o al
colegio. O por la necesidad de insistir en que todos los miembros de la familia
estén siempre juntos, en la misma habitación, en el mismo coche, etc. Esto puede
durar meses o años”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario