viernes, 3 de enero de 2014

HAY NIÑOS EN ESPAÑA, PERO NO SE PUEDEN ADOPTAR.


manos niños
Nuestro país es el primero de la UE en adopciones internacionales y el segundo del mundo, pero en los orfanatos españoles hay 40.000 pequeños en desamparo.
En el caso de los menores españoles, la rigidez de las leyes pone muchas trabas a que formen parte de una nueva familia, ya que los padres biológicos y en dificultades recurren la custodia y los procesos se alargan a la espera de que resuelvan sus problemas. Así, en los orfanatos hay 40.000 pequeños en desamparo.
Enma Abella vive en un pequeño pueblo gallego de la Costa da Morte. Tiene dos hijos adoptados, una niña española de nueve años y un pequeño chino, que cumplirá cinco el próximo agosto. Además, desde hace un año, junto a sus hijos y su marido, ejerce de familia de acogida de una pequeña de dos años.
Para Abella adoptar no fue difícil y achaca a los tópicos y al desconocimiento la escasez de adopciones nacionales que, no obstante, han aumentado en el último año debido a la crisis económica. Pero no todos los casos resultan como el suyo. En 2009 en España se decidieron 1.870 adopciones nacionales frente a 10.660 internacionales y 2010 se prevé que termine con 2.250 nacionales y 12.259 internacionales, según cifras de la Fundación Madrina. Ello apunta a que España es el primer país de la Unión Europea en adopciones y el segundo del mundo, tan sólo por detrás de Estados Unidos.
Y mientras los españoles se van fuera para formar una familia, en 2008 había en el territorio nacional 40.000 niños declarados en situación de desamparo -porque sus padres biológicos no saben, no quieren o no pueden cuidarlos- viviendo en orfanatos. Por otro lado, la Fundación Madrina señala que hay más de 10.000 familias que desean adoptar. Cerca del 20% de las parejas españolas tienen problemas de fertilidad. De ellas, el 62% ve la adopción como la mejor solución, mientras que un 40% se somete a tratamientos de fertilidad. Según los datos, hay más niños que padres, pero aun así hay familias que no reciben a los hijos hasta pasados nueve años desde la solicitud.
Algo ocurre en el sistema de adopción nacional para que los orfanatos estén llenos y las listas de espera oscilen entre cinco y nueve años. En nuestro país las adopciones están delegadas a las comunidades autónomas. Como señala María del Río, vicecoordinadora de la Coordinadora de Asociaciones en Defensa de la Adopción y el Acogimiento (Cora): “La adopción nacional es un eufemismo; lo que existen son adopciones en distintas comunidades. Y el problema reside ahí: cada comunidad autónoma es un mundo; en unas va bien, en otras regular y en algunas apenas funciona”.
En esta situación, haber nacido unos kilómetros más arriba o más abajo de nuestra geografía es determinante. “Un pequeño declarado en desamparo puede ser reinsertado de forma automática con algún miembro de su familia biológica -abuelos, tíos, etcétera- y que por tanto el problema se supere y pueda llevar una vida normalizada con la familia, siempre que haya unos equipos de servicios sociales que estén atentos y trabajando para solucionar la situación concreta. Pero también puede ir a parar a un centro de acogida”, explica Del Río. Señala que, una vez ahí, pueden ocurrir varias cosas en función de dónde viva: “Tener desde un principio acogimiento en familia ajena, aunque lo primero es intentar que vaya con la familia extensa -familiares biológicos- o un acogimiento permanente, de urgencia, de fin de semana u otro tipo”.
La otra cara de la moneda es que sea directamente puesto en adopción. Sin embargo, éstos son escasos: “A la mayoría de esos niños no les consideran adoptables por la existencia de vínculo con la familia biológica”, dice la vicecoordinadora de Cora. Los menores pertenecen a familias que por alguna circunstancia -drogadicción, cárcel, deficiencias mentales- no pueden hacerse cargo en esos momentos del hijo y se deja en el centro de acogida con la intención de solucionar el problema y que pueda volver con los progenitores.
“Ésa es la razón por la que muchos chicos permanecen en los centros hasta los 18 años, y la causa de las eternas listas de espera”, dice Del Río, que denuncia la “irresponsabilidad” de las diferentes comunidades al tener a niños de cero a cuatro años en los orfanatos. “Dejarles ahí”, destaca, “a esas edades es un maltrato institucional porque se está vulnerando el derecho del infante a vivir en familia”.
Según los psicólogos, la etapa de los cero a los tres años es fundamental en el desarrollo afectivo y cognitivo de las personas. Es en esa etapa cuando el pequeño aprende a vincularse afectivamente y si no lo aprenden estarán más predispuestos a tener problemas para relacionarse, sobre todo en la etapa de la adolescencia, que es cuando surgen las inseguridades.
Ante la falta de niños para adoptar, la ley prevé el sistema de acogida. Quien acoge a un chico, si no es en régimen preadoptivo o permanente, deberá devolverlo a la familia biológica cuando los servicios sociales lo estimen oportuno. Y muchos padres se resisten a la acogida ante el miedo de que, finalmente, el menor deba volver con la otra familia.
Algunos de los problemas son la lentitud administrativa para decidir el destino de los menores en desamparo y la descoordinación al estar delegada la adopción a cada una de las comunidades, el hecho de que no hay adopción legal hasta que no hay una solución firme del juez o que el proceso pueda ser reversible hasta pasados nueve y 12 meses de convivencia afectiva.
Pero más allá, Enma Abella, desde su experiencia, apunta que lo complicado no es adoptar en el ámbito nacional, sino “encontrar familias para los niños que lo necesitan”. Muchos de los que están en centros de acogida están tildados con el cartel de situación especial. Es decir, tienen más de siete años, cuentan con alguna enfermedad o son grupos de hermanos -que en el 99% de los casos se adoptan juntos-. “Todo el mundo desea un bebé sano y eso en la adopción nacional casi no existe”, explica esta madre. Paradójicamente, la primera hija de Abella llegó a su casa con cinco semanas y media y en perfecto estado de salud. “Es algo excepcional que me tocó, pero cuando solicitamos la adopción dijimos que nos daba igual el sexo, que tuviese entre cero y siete años, y con cualquier patología”.
Ella y su marido decidieron adoptar en 1995 y estuvieron en una lista de espera que culminó tras cinco años y medio con una llamada telefónica en septiembre de 2001: “Somos de Menores; tienen que venir mañana a recoger un bebé de cinco semanas y media”.
Enma explica que la situación le dio que pensar sobre el sistema de adopciones en España. “Estoy segura que en esos cinco años de espera, en Galicia hubo algún chico de cero a siete años y con cualquier patología”. Por eso, para la segunda adopción, en 2006, optaron por una internacional. “Allí el proceso es limpio, es muy raro que haya algún tipo de irregularidad y los pequeños son abandonados realmente”. Durante el proceso descubrieron el Pasaje Verde, una opción del gigante asiático para chicos con necesidades especiales. “Nos pusieron delante el expediente de un niño al que le faltaba prácticamente toda la mano derecha. Lo único que vimos en tres meses fue una mano deforme en tamaño A4 y después llegó la maravilla de bebé”. La adopción se resolvió en cosa de nueve meses. En noviembre obtuvieron el certificado de idoneidad, requisito imprescindible para adoptar en cualquier país, y en agosto fueron a recogerlo.
En 2009, Enma y su marido decidieron acoger otro niño. Tras realizar unos cursos de formación en la Cruz Roja, les hablaron de una niña de 13 meses del pueblo natal de Enma, situado a 12 kilómetros de su residencia habitual. “Fuimos a verla. Cuando la sentabas se caía para atrás y para coger algo en vez de gatear se arrastraba con el cuerpo apoyada sobre el antebrazo. Al principio, por la historia de sus padres pensamos que podría tener algún retraso. Pero hoy, un año después, ya anda y hemos visto que su problema venía derivado de estar en un centro. Es muy difícil que todos los niños estén bien atendidos”.
El acogimiento se mantendrá hasta septiembre. Después, si los padres biológicos aprenden ciertas habilidades para cuidarla, podrá volver con ellos. Si no, será dada en adopción. Mientras tanto, esta pequeña recibe cuidados y afecto dentro de una familia estructurada.
Con la adopción internacional, Abella recuerda que el coste fue superior a la nacional, en la que sólo pagaron 500 pesetas por los papeles del certificado médico que compró en un estanco. Los gastos del niño de China “fueron sobre todo por el viaje a ese país: billete de avión, hotel, comida…”.
Precisamente el aumento de las adopciones nacionales está en relación con la crisis económica. Muchas personas, tras las sesiones informativas, optan por quedarse en España, aunque el proceso sea más lento. La adopción en España es gratuita, aunque las limitaciones de las comunidades autónomas junto a las que ponen los padres la ralentizan.
En esta línea, Del Río precisa que “la adopción no es un derecho de los padres, son los niños los que tienen derecho a ser adoptados”. Ahora mismo, las Administraciones centran la pelea en el derecho del padre biológico y el del padre que quiere adoptar. “Lo importante es el infante, que es quien tiene derecho a ser querido y vivir en una familia”, incide. A esto se le suma que muchos de los residentes de los orfelinatos “tienen de 12 años en adelante”, destaca Del Río, “y ni los padres quieren niños de esas edades ni los chicos quieren irse con otra familia, porque ya se han habituado a la rutina del centro o creen que es una traición a su familia biológica, con la que han seguido manteniendo contacto”.
Esta situación culmina con que los chicos permanecen en los centros hasta los 18 años sin que se haya resuelto su situación familiar. A esa edad salen de los orfanatos y van a pisos tutelados, aunque se trata de una situación que no está recogida como derecho en todas las comunidades. La vicecoordinadora de Cora dice que según los fiscales de menores, “los jóvenes de esa edad los tienen ellos porque ya han delinquido. Son niños institucionalizados que no han sabido vivir solos y cuando se encuentran en la calle tampoco saben relacionarse. El perfil más frecuente es que tienen problemas y acaban en la cárcel”.
Media España del mundo adoptivo se va fuera en busca de niños incluso con necesidades especiales y “aquí esos niños están creciendo, según estiman las CC AA, sin poderles encontrar una familia”, señala la vicecoordinadora de Cora. “Nosotros buscamos familias adoptivas para niños extranjeros con problemas; sin embargo, no consiguen solucionar las necesidades nacionales”, y explica que “quizá hay un niño de ocho años que está en Asturias y no le encuentran familia allí, pero en Murcia hay alguien dispuesto a adoptarle y no puede por no ser de esa comunidad. Si adoptamos en China o Etiopía, ¿cómo no vamos a poder hacerlo en Murcia?”, se pregunta.
Fuente: intereconomía

2 comentarios:

  1. No puedo estar más de acuerdo con tu entrada.
    Es ilógico que no haya una base de datos con los datos específicos de disponibilidad o idoneidad de las familias adoptantes a nivel nacional, cuando la Administración hace tanto hincapié en que su máxima en la protección de los menores a su cargo es velar por el interés de esos menores buscando para ellos la familia idónea.
    Por eso, cada vez que en algún medio de comunicación aluden a la cantidad de niños que hay en las instituciones, no puedo evitar pensar en qué medida esa permanencia no viene de la falta de celeridad en los procesos de valoración y de la no coordinación de las CCAA.

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  2. Es algo que a todos los que estamos en esto se nos escapa, y no entendemos que la espera, habiendo tantos niños, sea tan larga.

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