3. Necesidades de los niños adoptados relacionadas
con la identidad adoptiva:
A la inmensa mayoría de personas
nos resulta muy fácil responder a preguntas tan sencillas como las siguientes:
¿dónde he nacido? ¿cuáles son nombre y mis apellidos? ¿cómo se llamaban mi
padre y mi madre? ¿conocí a mis abuelos? ¿cuántos hermanos tengo? ¿a qué
personas de mi familia dicen que me parezco físicamente?...
Nos resulta fácil pensar en
nosotros hacia atrás, reconstruir nuestra historia y enlazarla con la de
nuestros progenitores. Imaginemos ahora que de pronto nos encontráramos sin
saber qué responder a alguna de esas preguntas, o que a nuestra memoria
acudieran fragmentos contradictorios y mal entrelazados. Seguramente algo se
tambalearía en nuestro seguro y confortable sentimiento de identidad, de
filiación y de relaciones.
Mientras que la vida de la gran
mayoría de nosotros se caracteriza por la continuidad, uno de los elementos que
definen a la adopción es precisamente el de la discontinuidad. La adopción consiste justamente
en salir de un pasado que por alguna razón era no deseable para llegar a un
presente mucho más prometedor. El gran beneficio de esta discontinuidad
va a tener implícita sin embargo, el coste de perder la conexión con el pasado, con las raíces y con
algunos elementos constituyentes de la identidad.
Hayan sido adoptados a una u otra edad, quienes lo han sido tiene derecho
a conocer los datos que se refieren a su origen y su identidad.
Contar la historia de su adopción
a un niño de dos o tres años suele ser muy fácil, porque en esa edad no genera
en el pequeño dudas ni preguntas difíciles de contestar. Basta con que la
historia sea sencilla e introduzca el concepto de adopción, de unas personas
anteriores y de la familia actual. Lo único que puede costar trabajo aquí es
que los adoptantes estén tranquilos y confiados al hacerlo. Lo más difícil no suele ser
transmitir esa información básica a una edad temprana, sino ser luego capaz de
mantenerla, recordándola de vez en cuando, cuando surja la ocasión ( o
creando la ocasión para que surja) y, como antes se decía, ampliando la información a medida que las capacidades de
comprensión del niño aumenten. Por ejemplo, que haya a la vista algunas
fotografías que se refieran al pasado, al momento del encuentro, quizá sea útil
para mantener presente la idea de que hubo un antes que se reconoce y valora.
El error fundamental es pensar que puesto que al niño ya se le explicó
cuando era pequeño la historia de su adopción, a partir de ahí, ya preguntará
si tiene alguna duda. Lo habitual es que no pregunten nunca, lo que no
significa que no tengan ninguna duda,
sino más bien que no les gusta sacar el tema o que no se sienten con confianza
suficiente como para hacerlo. Por eso deben ser los adoptantes quienes tomen la iniciativa.
Teniendo en cuenta, que cuanto más tarden en hacerlo y cuánto menos lo hagan
más les costará, lo que deben hacer es proponerse plantearlo de vez en cuando,
siempre en un clima relajado y agradable. No se trata de insistir en el tema, de tenerlo
continuamente presente, pero tampoco de olvidarlo o de dejarlo siempre para más
adelante
.
Luego está la situación de quienes fueron adoptados ya con cierta edad y tienen
plena conciencia de su pasado y del hecho de la adopción. Podría aquí tenerse
la tentación de pensar que puesto que el niño lo saben todo sobe su pasado- de
hecho, pueden saber más que sus adoptantes- no hay nada que hablar con ellos al
respecto. Es evidente que en
este caso la tarea no es la desvelar información o transmitirla, sino la de
ayudar al niño a organizar recuerdos que seguramente son fragmentados, o
ayudarle a reconciliarse con ciertas memorias del pasado, permitiéndole
expresar lo que siente al respecto y facilitándole airear recuerdos o preocupaciones que de estar por
completo cerrados en su interior seguramente le produciría dolor y malestar
psicológico.
Lo esencial no es tanto lo que se cuenta, sino la actitud con la que se
hace, el tono emocional de la comunicación, la actitud de respeto hacia el
pasado, la comprensión de lo que eso puede significar para los sentimientos del
niño, la disponibilidad para hablar y para normalizar todos los sentimientos
que esos temas puedan suscitar.
Desde luego que los adoptados no
están todo el día cavilando sobre su adopción. Pero de vez en cuando, surgen en
su cabeza y en sus sentimientos. Por ejemplo, quienes fueron adoptados pequeñitos
y no tienen conciencia de su adopción, pueden haber estado durante años
encantados con la historia de la adopción que se les ha contado, que no les
plantea ningún problema en parte porque no alcanzan a entender su significado.
Pero llega un momento (normalmente, entre los 6 y los 8 años) que la evolución
de su inteligencia les lleva a entender el significado real de la adopción: si
hay una familia que ahora quiere, cuida y protege es porque antes hubo una
familia que no quiso, o no cuidó o no protegió. Pueden aparecer sentimientos de tristeza, rabia o de
confusión que es preferible que se aireen y se compartan con los
adoptantes en vez de tenerlos encerrados por completo en el interior. Por lo demás,
sobre todo si los adoptantes ayudan, son sentimientos completamente normales y que suelen tener un carácter
pasajero.
Más adelante, en la adolescencia, pueden volver a reactivarse preguntas
y sentimientos a propósito de la adopción. Las nuevas capacidades
intelectuales les van a permitir ahora hacerse preguntas más complicadas (¿qué
hubiera pasado si…? ¿qué ocurriría si un día… ¿ ¿sería posible saber más o
conocer o encontrar…?). A esto es a lo que se suele llamar “la búsqueda de orígenes”.
La mayoría de los adolescentes adoptados lo que necesitan es tener toda la
información que sobre ellos haya disponible. Una de las tareas psicológicas de la adolescencia es
elaborar la identidad (quién soy, de dónde vengo, hacia dónde quiero ir…),
lo que se hace con
elementos del pasado y con proyectos del futuro. Es ahí donde surge en
algunos el deseo de saber más, de completar el rompecabezas de su identidad con
las piezas que le faltan. Muchos se sienten cómodos llegando hasta ahí, aunque
algunos tiene que aceptar que parece que habrá siempre piezas ausentes y que el
rompecabezas del pasado no estará nunca del todo completo. Otros se plantean
algo más: el deseo de conectar o de conocer o de encontrarse con personas
significativas de su pasado. La gran mayoría de adolescentes adoptados se sienten
cómodos simplemente sabiendo que eso será posible en su momento, más adelante,
si siguen interesados, porque la búsqueda y el encuentro con personas suele ser
más una tarea de la adultez que de la adolescencia.
Artículo extraído de “La aventura
de adoptar”.
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