2. Necesidades
de los niños adoptados relacionadas con la vinculación, la adaptación y la
integración
Lamentablemente, algunos niños no
tienen estas experiencias tan saludables. En lugar de los cuidados, la
protección y el afecto de quienes deberían proporcionárselos, se encuentran con
su abandono, su indiferencia o sus malos tratos. En estas circunstancias, la
relación con esos adultos difícilmente podrá caracterizarse por la
tranquilidad, la confianza, la seguridad y el afecto recíproco.
Los niños que viven esta
experiencia se encuentran atrapados en una difícil situación, pues por una
parte dependen de esos adultos para su
cuidado y supervivencia, lo que les lleva a desarrollar sentimientos
positivos respecto a ellos; pero al mismo tiempo esos adultos son fuente de
inseguridad, miedo o insatisfacción. Así, estos niños, desarrollan lógicos sentimientos de
inseguridad, de confusión, de rabia y de contradicciones. Y además no aprenden
a verse a sí mismos como personas dignas de cariño y merecedoras de alabanzas y
respeto. Sin duda alguna, unas experiencias indeseables para cualquiera,
pero sobre todo para un niño precisamente en los momentos en que se está
formando la base de su personalidad.
Aunque es probable que los niños
adoptados hayan tenido algunas de estas experiencias negativas, ni todos las
han tenido, ni todos las han tenido con la misma intensidad.
Uno de los mayores retos y de las mayores satisfacciones y alegrías de
quienes adoptan es contribuir a modificar de manera radical esas experiencias
emocionales negativas iniciales. Gracias a sus cuidados continuados, a sus
expresiones de afecto, a su permanente protección, a su cariño incondicional
sean cuales sean las circunstancias, quienes adoptan se convertirán pronto en
las personas de referencia afectiva de los adoptados.
Poco a poco estos niños irán
aprendiendo que pueden confiar en sus padres, que pueden estar muy tranquilos
respecto a ellos, que nunca les harán daño o les abandonarán, se dan cuenta de
que ahora son y siempre serán queridos y aprenderán a no sólo a recibir afecto
sino también a expresarlo.
Esos aprendizajes pueden ser rápidos o requerir más tiempo, pero si no
dejan de encontrar amor y seguridad afectiva a lo largo de las muy diferentes
situaciones que se presentarán un día tras otro, acabarán incorporando la
seguridad emocional como una parte de su nueva realidad.
En pocas cosas como en ésta
podrán los adoptantes contribuir de
manera tan importante y crucial al bienestar de sus hijos y a su salud mental
presente y futura. Pero
deberán estar preparados para que el camino no sea ni fácil ni lineal,
sino hecho frecuentemente de avances y retrocesos, de ocasionales
manifestaciones de problemas.
Otra necesidad es la integración
en la familia y en la comunidad. Aunque cada caso es diferente, y depende en
gran medida de la edad en el momento de la adopción y de las experiencias
previas, la integración en
la nueva familia suele producirse sin especiales problemas.
En general, se trata de niños y
niñas que tienen un deseo de familia tan grande como el deseo de hijos que
tenían los adoptantes, lo cual facilita mucho las cosas. No obstante conviene
no minusvalorar las dificultades que pueden presentarse y, sobre todo, comprender que los adoptados
necesitan su tiempo para sentirse miembros plenos y para siempre de su nueva
familia.
Puesto que vienen de situaciones
de separación, algunos tendrán la incertidumbre respecto a cuánto va a durar su
nueva situación. Como criterio general, es mejor no precipitarse y no dar por supuesto que el
niño o la niña están ya aclimatados al poco de llegar y se sienten parte de la
nueva familia. Por ejemplo, quizá sea mejor que no se incorporen al
colegio precipitadamente, que tengan tiempo de sentir que su padre y su madre
estén siempre ahí, cercanos y disponibles, y que puedan disfrutar de una
relación próxima y continua antes de hacer frente a una nueva separación que
puede resultar costosa.
Dada su experiencia previa de separación, estos niños necesitan que se les
ayude a entender que su nueva realidad familia lo es ya para siempre. Se les
ayuda a adquirir ese sentimiento de pertenencia y de permanencia con mensajes que hagan referencia
al futuro, al verano que viene, a cuando tengan tal edad o se lleve a
cabo tal proyecto aún lejano en el tiempo. Y por supuesto, se les ayuda estando mucho con
ellos, pasando tiempo juntos, haciendo cosas como familia, conjugando
mucho el “nosotros”, tanto de palabras como en actividades de la vida
cotidiana, lo que estimula el sentimiento de pertenencia.
Lógicamente, la escuela será uno de los
ambientes a los que estos niños tendrán que integrarse. En ella
establecerán pronto relaciones de amistad que les ayudarán a sentirse cómodos y
miembros de su nueva realidad social. No es raro que algunos de estos niños tengan alguna dificultad de
aprendizaje, al menos inicialmente. Muchos de ellos han tenido una
estimulación previa escasa o, cuando menos, limitada. Una de las dificultades
que pueden encontrar los adoptantes en este terreno es la de adecuar sus
expectativas a la situación y a las capacidades de aprendizaje del niño. Puede
ocurrir que estos niños no aprendan tan deprisa o con tanta facilidad como se
desearía. El paso del
tiempo y el apoyo que se les vaya dando, en la escuela y en la familia, ayudarán
a determinar si lo que está en juego es el tiempo o son las capacidades.
Como criterio general, esperar
demasiado del rendimiento de estos niños es tan equivocado como esperar
demasiado poco. Cada uno
tendrá unas capacidades que condicionan lo que puede acabar consiguiendo. No
exigir por encima de esas capacidades es una regla de oro que no se debe
olvidar.
Un aspecto que puede complicar
todo esto es el hecho de que algunos adoptados llegan a sus nuevas familias con
algunos problemas de
comportamiento. En ocasiones, estos problemas no son tan evidentes desde
el comienzo, porque niños y niñas se esfuerza mucho por mostrarse como creen
que más pueden agradar a sus nuevos padres. Pero poco a poco, a medida que se
van sintiendo más relajados, pueden dejar ver su tendencia a cierta
hiperactividad, por ejemplo, o la dificultad que tienen para el control de
algunos impulsos, como conductas que pueden molestar a los demás, por ejemplo. Son mayoría los niños y niñas
adoptados que no presentan estos problemas, pero un número significativo
de ellos sí los presenta.
Como para cualquier niño, también
para los adoptados resulta beneficioso que sus padres y madres les ayuden a
entender lo que está bien y los que está mal, lo que se considera aceptable y
lo que se tienen por inaceptable. Puestos y explicados con flexibilidad y cariño, los límites y normas
son beneficiosos y ayudan a los niños a superar algunos de sus problemas.
Algunas recomendaciones educativas que suelen funcionar bien en las
situaciones familiares habituales son poco aconsejables con los hijos adoptivos. Por
ejemplo, si un niño está siendo muy impertinente o molestando mucho a los demás
o haciendo algo que se considera inaceptable, se suele recomendar que se vaya
solo a su habitación durante un rato para que comprenda que esa conducta no es
aceptable. Sin embargo, sobre todo en las etapas iniciales, la idea del
aislamiento no es aconsejable para estos niños que han experimentado
situaciones de abandono y separación, porque pueden vivirlo como una repetición
de algo muy doloroso que les ha pasado en el pasado.
La mayor parte de las familias
adoptivas son capaces de hacer frente con éxito a todas estas delicadas
cuestiones. Si se trata de una pareja, es fundamental que los dos miembros actúen de manera
coherente, dando a su hijo mensajes que no sean contradictorios. Es
igualmente importante que ambos
se apoyen en su labor educativa.
Artículo extraído de “La aventura
de adoptar”.
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