miércoles, 30 de octubre de 2013

Familias de acogida

 Mil menores sevillanos viven actualmente alejados de sus padres por recomendación de la Junta La mayoría de los acogedores son parientes de los niños.


La vida de Natalia Utrera cambió a finales del pasado mes de enero cuando en su hogar recibieron a un niño de 7 años que permanecerá con ella y su marido hasta que cumpla los 18. Aunque llevan poco más de nueve meses con él, considera que el proceso de acogida ha merecido la pena por la satisfacción que ha supuesto para la familia. La alegría de este matrimonio es similar a la de muchas parejas que han optado por acoger a un menor, proceso tutelado por la Junta. En lo que va de año en la provincia de Sevilla el número de familias de acogida se ha elevado a 784, según los datos aportados por la Fundación Márgenes y Vínculos -una de las organizaciones encargadas de tramitar dicho procedimiento- durante el XII Encuentro de Familias Acogedoras de Sevilla y Cádiz que se celebró ayer en el Parque del Alamillo. Esta cita ha contado con la participación de más de 500 asistentes. 

El número de menores sevillanos que se encuentran en esta situación actualmente es de 977, de los cuales 777 están acogidos por personas con las que guardan alguna relación sanguínea -lo que se conoce como familia extensa- y 200 por las denominadas ajenas, es decir, que no tienen ningún parentesco. Del primer tipo de familia se contabilizan en la provincia 628, mientras que del segundo, 156. 

Natalia Utrera pertenece a este último grupo. Ella y su marido se plantearon dicha opción después de ver un cartel en el que se informaba de la necesidad que tenían muchos niños de crecer en el seno de un hogar "normalizado". "Fue entonces cuando pensé que al disfrutar de una estructura familiar estable podíamos acoger a un niño, por lo que empezamos a gestionarlo", explica esta mujer que a sus 37 años confiesa que en casa "ha ido todo a mejor desde que llegó el pequeño". Su integración no produjo "ningún choque", al revés: "Desde el primer momento nos sintió como su familia". 

En este tiempo Natalia Utrera ha querido que el menor mantenga el contacto con su hermano Manuel, de 20 años. "Él vivía con mi padre. Yo lo hacía con mi madre, pero a pesar de residir en casas distintas he sido su mayor apoyo. Lo mejor que le podía pasar es que se fuera con esta familia", asegura este joven quien mantiene una relación bastante fluida con los acogedores del pequeño. 

El vínculo entre la familia de acogida y la biológica también lo guardan Rosa Mena y Eva Márquez con Alejandro Martínez, padre de la niña que convive con ellas desde hace cuatro años. "Mantener el lazo afectivo con sus parientes biológicos es muy importante, de ahí que se vean cada 15 días. No se les puede negar este vínculo", añade Rosa Mena. Ella y su pareja estuvieron una semana visitando a la menor en un centro social de la Junta en lo que se denomina "fase de acoplamiento". Pese al contexto desfavorable del que procedía la pequeña, en ningún momento la integración en el núcleo familiar fue difícil. Ni tampoco el ser educada por una pareja del mismo sexo. "En el colegio nunca ha sufrido discriminación por este motivo. Todo lo contrario. Además, estos años ella ha conocido a familias como la nuestra", incide Eva Márquez. El padre de la niña ve con total normalidad que a su hija la críen dos mujeres, puesto que para él "lo mejor que le ha podido pasar es que viva con ellas, que le otorgan la protección que antes no le garantizábamos". 

Estos acogedores se denominan "permanentes", puesto que mantendrán al menor en su hogar hasta que cumpla los 18 años. Lo mismo ocurre con Ana Rodríguez y Manuel Soriano, una pareja que lleva viviendo dos décadas en el Aljarafe y que ya tenían un hijo de diez años cuando decidieron acoger a uno de siete. "Ya disfrutábamos de una estructura familiar consolidada, por lo que deseábamos compartirla con otra persona", señala Ana Rodríguez. De este modo, comenzaron el proceso en 2009 y en marzo de 2010 contaban con el menor en su casa. "Al principio hubo que superar un periodo de ajuste, sobre todo por parte de nuestro hijo biológico, pero después hemos seguido comportándonos como una familia totalmente normalizada, disfrutando de cada momento los cuatro juntos", recalca Manuel Soriano. 

Ellos también conservan el contacto con la madre del menor, procedente de una zona con riesgo de exclusión social. "Siempre hemos mantenido el mismo pensamiento: la suerte de este chico cuando cumpla la mayoría de edad será la de disfrutar de dos familias", subraya Soriano, quien incide en que para ser acogedor hay que poseer de una mínima estabilidad económica y emocional además de desarrollar un amplio sentido de la responsabilidad. "No se trata de un capricho pasajero. Es un compromiso que asumes hoy, mañana, pasado y el día después", asegura Ana Rodríguez, quien no siente miedo por lo que su acogido decida a los 18 años. "Vivo el momento. Quienes nos decantamos por esta opción hemos ser conscientes de que ese momento llegará. Igual ocurrirá con mi hijo biológico, que al cumplir a esa edad eligirá entre quedarse en casa o independizarse. Es el sacrificio de cariño al que se enfrenta cualquier padre", añade esta madre de acogida. 

Dicho temor a la "caducidad" que pueden suponer unos padres de acogida para un niño queda disipado cuando se habla con Susi Cabrera y Ramón Carvajal, un matrimonio que atiende a menores en estado de urgencia. Esta familia, con dos hijos de 14 y 21 años, lleva una década acogiendo a niños por un periodo no superior al año y medio. Durante este periodo han pasado por su hogar 13 menores, ya que muchos casos eran de hermanos. No todos han sido fáciles. Muchos habían padecido problemas desconocidos para ellos, como abusos sexuales y maltrato. "Confieso que a veces nos veíamos desbordados por las circunstancias, pero son ciclos que se van superando dentro de la propia familia", confiesa Ramón Carvajal, quien no acaba de acostumbrarse a decir adiós tan pronto a los acogidos. "Al principio intentábamos no encariñarnos con ellos, porque sabíamos que en poco tiempo dejarían nuestro hogar, pero ahora desde el primer día disfrutamos como lo que son, un miembro más de la familia", explica Susi Cabrera. 

Con varios de ellos -la mayoría han sido adoptados posteriormente por otras familias- continúan manteniendo el contacto. La convivencia de los acogidos con sus hijos biológicos ha sido tan "magnífica" que la mayor de ellos estudia ahora Trabajo Social para desarrollar en el futuro una labor especializada en la atención a los niños, una "vocación" que hereda de la madre. Pese a que muchos reniegan de este tipo de acogida por lo pronto que han de cortarse los lazos afectivos con el niño debido a su corta permanencia, tanto Susi como Ramón realizan un balance muy positivo: "El amor que recibes recompensa cualquier sacrificio".

http://www.diariodesevilla.es/article/sevilla/1632836/familias/acogida/compromiso/con/la/infancia.html

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