Casi todos pensamos que el camino de la paternidad
“biológica” es mucho más “fácil”, tan sólo hay que pensar en el proyecto
y llevarlo a cabo, así de sencillo.
Todo quedaría en la esfera de lo privado o
íntimo si no tuviéramos que dar explicaciones a aquellos que, aunque sean
profesionales de la adopción, no dejan de ser unos desconocidos para nosotros.
Esto es una realidad. La cuestión es que para nosotros la paternidad es una
opción maravillosa.
A nuestro
alrededor observamos a familias con niños y nosotros queremos seguir su mismo
patrón, tener a un niño o dos en casa, cuidarles, protegerles, darles cariño y
vivir las alegrías así como también asumir las responsabilidades y
preocupaciones como cualquier otro padre. Hasta aquí la paternidad es la
misma, independientemente de su origen y construcción.
FORMACIÓN:
Poco a poco, a medida que nos adentramos y nos hacemos
sabedores de las características que entraña un proceso de adopción, una
vez que hemos solicitado a nuestra Administración la adopción de un menor
o grupo de hermanos, nos dicen que debemos pasar por un proceso de
formación, incluso dos (si es adopción internacional: uno con Bienestar Social
y otro con la Entidad Colaboradora de Adopción Internacional (ECAI)). Al principio la noticia puede
que nos resulte difícil de aceptar puesto que, hasta la fecha a nadie se le
obliga a pasar por esta instrucción cuando de forma íntima desea y lleva
a cabo un deseo de paternidad natural o consanguínea.
Curiosamente, y
a pesar de nuestras reticencias iniciales, empezamos a darnos cuenta que
ese proceso de formación nos ayuda a ubicar el significado de nuestro proyecto
de adopción, así como su envergadura y complejidad y, lo que es
más importante, nos ayuda a reflexionar e interiorizar que una familia
adoptiva siempre estará compuesta por nosotros, que seremos los padres,
por los progenitores y su descendencia si la hubiera, y por supuesto por
nuestro hijo o hijos.
Los procesos de formación abarcarán este y otros
puntos pero, en esta ocasión, nos centraremos en la “adopción de
hermanos”, para ir así descubriendo y reflexionando cuestiones importantes,
como es el número de hijos en una familia, y la adaptación e integración
de varios a la vez. Es necesario revisar nuestras expectativas como
futuros padres y formularnos interrogantes como ¿Por qué quiero ser
padre? ¿Por qué deseo que me preasignen un grupo de hermanos? ¿Qué
espero? ¿Qué queremos para nuestros hijos?
Ante cualquier expectativa hacia nuestros hijos
convendría que nos preguntáramos ¿por qué yo tengo esta expectativa?
¿dónde la obtuve y qué significa para mí? ¿se basa en mis necesidades o
en la de los niños? ¿qué fines persigue? Todos sabemos que cada hijo es una
persona única e irrepetible. En cierta medida nos imaginamos a nuestra prole a
través de un conjunto de filtros que proceden, como todo, del ambiente
cultural donde vivamos que es el que nos dicta los valores, y como
consecuencia de ellos nuestras experiencias: si he sido hijo único o de familia
numerosa… Quizá quiera repetir modelos y patrones. De nuestras necesidades
personales, retos, aspiraciones, status, competencia, soledad, aburrimiento… Todo
ello se combina para formar una red de expectativas y estas se
transforman en varas con las que vamos a medir a nuestros hijos o futuros
hijos, uno, dos, tres…
Afortunadamente, en nuestro país, cada vez sabemos un
poco más sobre la adopción, tenemos más experiencia, conocemos testimonios,
foros, profesionales y familias que nos ayudan a acercarnos a la realidad
de adoptar hermanos.
RIESGOS.
Nuestra experiencia nos dicta que es una empresa
arriesgada. Si hacemos el esfuerzo de aparcar nuestros ideales y
centrarnos en la realidad, sabemos que siempre resultará más complicado que nos preasignen
un grupo de hermanos y que este proyecto hará variar el tiempo de espera.
La realidad de los niños adoptables es, al menos en nuestra experiencia,
que un grupo de hermanos
no tiene por qué sumar dos niños, como tampoco que estos serán pequeños,
si por pequeños entendemos de cero a dos o tres años: a veces son varios
niños y el mayor tiene una edad que ronda los seis o siete años.
En ocasiones estos niños “no están hermanados” es
decir, que aun siendo hermanos no se conocían. Cuando los hermanos sí que
han tenido trato, descubrimos que entre ellos se ha creado un mecanismo de defensa y protección,
como es lógico, donde el mayor de ellos basa su seguridad e importancia en el
rol materno o paterno desarrollado ante las adversidades, que impedirá desde el principio,
que nosotros ejerzamos nuestra función de padres con su protegido.
En la formación de estas familias, será necesario
enseñarles a tener paciencia, a que deben asumir el rechazo con valentía
puesto que, el mayor, los ve como sus competidores más directos. Requerirá que tengamos grandes
dosis de paciencia y energía. En este contexto demandará con más
fuerza ser el único acreedor de nuestro cariño y atenciones y no querrá
compartirlo con los demás, a los que él ya protege desde siempre, y como
consecuencia, surgirán disputas y rivalidades con los otros hermanos que al
mismo tiempo querrán nuestra atención.
También
surgirán serias dificultades cuando queramos “destronar” al hermano mayor que
durante tanto tiempo ha cuidado de su hermano o hermanos más pequeños, en el
orfanato.
Estas son algunas de las realidades que se deben afrontar en la preparación de las familias que quieren adoptar a un grupo de hermanos y que muchas veces las razones que aducen son, principalmente, ahorrarse una segunda adopción, un segundo viaje en el caso de adopción internacional y otro tiempo de espera.
Estas son algunas de las realidades que se deben afrontar en la preparación de las familias que quieren adoptar a un grupo de hermanos y que muchas veces las razones que aducen son, principalmente, ahorrarse una segunda adopción, un segundo viaje en el caso de adopción internacional y otro tiempo de espera.
Se necesita más
tiempo en la preparación, más reflexión, más madurez, fortaleza,
experiencia en el trato con niños, para dar importancia a lo
verdaderamente importante, saber tirar balones fuera, no desanimarse, trabajar
codo con codo con la pareja, para unir fuerzas, y ganarse día a día la
confianza de cada niño, con la demostración de amor generoso y desinteresado.
No ocurre lo
mismo si la adopción es de mellizos o en niños de corta edad. Estas adopciones
tienen matices que facilitan la adaptación tanto de los padres como de los
niños.
Todos no valemos para lo mismo, eso hay que hacérselo
ver para que sus expectativas no se centren en varios niños sin haber medido
sus fuerzas y los inconvenientes.
Podemos dar
testimonio de éxito en un número mayor de familias con dos hijos, adoptados en
dos momentos distintos y con un intervalo de tiempo de más de un año, que
cuando ha sido una adopción simultánea de dos hermanos.
Con esto no queremos decir que se deba huir de estas
adopciones, al contrario, es gratificante encontrar familias que harán posible
que esos hermanos vivan su vida juntos.
Fuente:
Revista Niños de Hoy
Gracias por compartir, estábamos valorando la opción de si un hijo o grupo de hermanos, pero como primerizos y novatos en el tema, hemos pensado seriamente en darle mejor calidad de vida a uno solo de momento y darnos el chance de comprender esta nueva etapa de la vida , ya que debemos reacomodar nuestra casa de pareja a una casa de familia, de nuevas responsabilidades, y retos... ya que estos niños vienen de hogares disfuncionales y se preguntarán porqué fueron abandonados... ahi es donde viene la parte de abrir los brazos, corazones e inteligencia emocional para afrontar el reto de hacerlo feliz y que acepte paulatinamente la idea sin atormentarse, ya que seremos papás chineadores :)
ResponderEliminarMuy buen artículo, Gracias!!