6. Relaciónate con otros padres adoptivos:
Las relaciones entre familias son
extremadamente valiosas. Las relaciones pueden ser un salvavidas emocional en
días duros. Si es posible, vale la pena buscar un mentor que sea positivo, y
con quien tanto tú como tu hijo o hija os llevéis bien. Pídele que participe
también en este círculo de apoyo. Todos tenemos necesidad de sentirnos
comprendidos y aceptados sin reservas. Un mentor que pueda proporcionarte la
sensación de que estás haciendo una labor constructiva te ayudará a su vez a
ser constructivo. La relación con un mentor proporciona a la vez la sensación de ser escuchado, ser
aceptado, así como consejos e información.
Criar un bebé o un niño que ha
vivido situaciones irregulares supone una carga emocional especialmente
importante para sus padres. Por ello éstos necesitan alguien que a su vez cuide
de ellos. A veces se puede
encontrar soporte mutuo y en ocasiones ayuda personalizada.
7. Mantén tu hogar tranquilo e interesante:
Procura adecuar el grado de
estímulo en tu casa a la capacidad del
niño para tolerarlo. Muchos
niños han sido muy escasamente estimulados antes de conocer a sus padres.
Un cuidado negligentemente provoca una falta de estimulación muy importante en
un niño. En consecuencia, su sistema neurológico no está lo suficientemente
desarrollado como para procesar tantos estímulos sensoriales. Después de la adopción, su mundo
puede resultar agobiante. Todo es demasiado brillante, demasiado
ruidoso, se mueve demasiado deprisa y se inclina en exceso. Ralentiza las cosas, amortiguando
el impacto sobre el niño o bebé hasta un nivel que sea adecuado a su capacidad
para procesar la información que llega. A veces niños que se sienten superados
por un ruido excesivo pueden empezar a gritar, o bien, si se sienten sobre
estimulados por demasiado movimiento pueden correr agitando los brazos como si
fueran molinos de viento. Planifica
eventos predecibles y consistentes para cada día.
8. Cuéntale a tu hijo las bases de vuestra relación a medida que su
lenguaje se desarrolla:
Por ejemplo, dile que “mamá está
aquí para quererte mucho. Siempre que salga a comprar o trabajar, siempre
volveré a casa contigo. Siempre estarás conmigo hasta que seas tan mayor como
yo. Nunca permitiré que te hagan daño. Nunca te haremos daño. Siempre tendremos
comida de sobra”. Una
madre me contó una vez cuán aliviado se sintió su hijo y cómo empezó a
comportarse mejor después de contarle que ella nunca permitiría que nadie le
hiciese daño “¿por qué no se lo contaría durante el primer año?” se
peguntaba. “Siempre estaba asustado cuando íbamos de compras. Ha pasado dos
años creyendo que en cualquier momento cualquiera podía llevárselo y
golpearlo”. Otra madre me contó acerca de la brillante sonrisa que su hija le
brindó el día que ella le contó la tarea de una madre era querer a sus hijos.
“Yo siempre asumí que ella lo sabía. Pero no. Ella me miraba mucho más a la
cara después de explicárselo”.
9. Controla posibles síntomas de apego exclusivo al final del
primer año:
Un niño debería estar buscando en
sus padres, afecto y juegos. Debería estar actuando para pedir su atención
positiva. Debería preferir estar con sus padres. Debería estar deseando pasar
tiempo y hacer cosas juntos. En caso de hacerse daño o de enfrentarse a un
problema, debería buscar a sus padres. En un apego seguro, el niño debería
calmarse en presencia de sus padres y aceptar sus mimos.
Los traumas previos y el duelo traumático son los motivos comunes de
que algunos niños continúen mostrándose temerosos o desconfiados o de que
traten de controlar a sus padres. Los síntomas de trauma en los
niños más pequeños incluyen, generalmente, terrores nocturnos, disociación (el
niño se encierra emocionalmente y se queda mirando al vacío), arañar, morder,
mostrar humores extremos, permanecer inmóvil a ratos, y actitudes destructivas.
Al observar estos síntomas se debería solicitar ayuda psicológica profesional a
un especialista en apego, adopción y pérdida. Su trabajo tanto con los padres
como con el niño o niña, de dos en dos, puede revelar y permitir reparar
posibles problemas de apego.
No es aconsejable imponerse una
fecha límite, artificial, de “un año” para resolver todos los problemas, tanto
el bebé como del niño más mayor. Considera este período como una estimación del
tiempo realmente necesario para llegar a conocer a tu hijo /a- no para resolver
cualquier irregularidad en su comportamiento.
10. Entra en el espacio de tu pequeño positivamente:
Este punto generalmente supone
agacharse y mirar hacia arriba para buscar el contacto visual con el niño. Supone esforzarse insistente y
pacientemente y por más tiempo. Tú eres responsable de motivar a tu hijo
o hija positivamente. No
utilices técnicas punitivas para construir relaciones. A fin de cuentas,
nadie desea apegarse a una mala persona. En lugar de ello, sé fuerte, fiable,
disponible y amable. Rehúye consejos que impliquen un comportamiento duro,
controlador y de tono excesivo. Los padres sensibles y amables construyen
gradualmente empatía y seguridad en sus relaciones con sus hijos. ¡Este proceso
lleva tiempo y conlleva el tipo de paternidad que deseabas desde el principio!
Mantén esta programación
saludable a medida que se acerque el segundo año. Muchos padres deciden que el
primer año es la fecha límite tras la cual pueden volver a un ritmo “normal”.
Resístete a adoptar ese ritmo tan extendido pero poco sano. Continúa criando a tu hijo o
hija con márgenes de tiempo que te permitan ser sensible, manteniendo
niveles de energía emocional que te posibiliten apreciar a quienes están a tu
alrededor. Construye un estilo de vida saludable y emocionalmente pleno para tu
hijo.
Artículo escrito por Deborah
Gray, psicóloga infantil especializada en las áreas de apego, adopción, trauma
y pérdidas.
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